En la cuneta, entre cristales rotos y restos de chapa, suena un móvil. No hay respuesta. Cuando los agentes de la Guardia Civil de Tráfico llegan al lugar del siniestro, ya saben qué se esconde detrás de esa llamada insistente en el asfalto: una pantalla encendida, un WhatsApp sin enviar, una llamada perdida con nombre propio —«mamá», «cari», «Carlos» y emojis de corazón—. Porque en la era del scroll infinito, el teléfono no solo acompaña: también mata. Al volante, cada notificación puede ser la última. Durante esta semana, las patrullas reforzarán la vigilancia de las distracciones en carretera, con el uso del móvil como uno de los principales causantes de los siniestros mortales. En Galicia, uno de cada cinco conductores fallecidos usaba el teléfono.

Ahora, la mayoría de quienes atiende

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