La reciente orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cortar toda comunicación con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, sin duda alguna representa una victoria decisiva para el Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio y su línea dura, pero también marca el fracaso del enfoque negociador impulsado por el enviado especial, Richard Grenell. Con esta medida, la Casa Blanca abandona formalmente la vía diplomática, cerrando la puerta a cualquier acuerdo con Miraflores, a pesar de que aún se permite la recepción (en Venezuela) de deportados y ciertas transacciones petroleras a través de Chevron.
Durante meses, Rubio y Grenell encarnaron dos estrategias opuestas. El primero, convertido en un actor central de la política exterior hacia América Latina, insiste en que el