Comer rápido se ha convertido en una práctica cotidiana cuando la rutina apenas deja espacio para las pausas. Las prisas, las jornadas laborales extensas y la costumbre de almorzar frente a una pantalla han normalizado un ritmo de ingesta que el cuerpo, en realidad, no está diseñado para asumir . Pero más allá de una mala costumbre, tragar la comida sin dedicarle tiempo suficiente tiene consecuencias fisiológicas concretas que la ciencia lleva años documentando.
Cristina Bedmar , profesora colaboradora del máster de Alimentación Saludable y Sostenible de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), lo resume con claridad: “Comer rápido puede parecer un hábito sin importancia, pero a largo plazo está asociado con un mayor riesgo de sobrepeso, prob