El dolor de una madre que alza la voz en un acto público, como Rogelia Jiménez Sandoval al exigir justicia por su hijo desaparecido Sergio Molina Jiménez, debería sacudir la conciencia colectiva. Pero en Veracruz, la indignación se ha vuelto rutina. Cada nueva tragedia se pierde entre declaraciones y promesas. Y mientras el Estado insiste en más policías y más patrullas, olvida que la violencia no solo se combate: se previene educando. Lo que hoy vivimos no es solo una crisis de seguridad, sino una crisis moral y cívica que se incubó durante años de abandono educativo y desintegración social.
Durante el periodo neoliberal se relegó la educación cívica y ética al último rincón del aula. Se sustituyó la formación ciudadana por la instrucción técnica; el aprendizaje del respeto y la solidari