Los miedos necesitan ser mantenidos en el tiempo. Los vencedores sufren y se quejan de la desaceleración de la victoria. Les hace ver que el bien por el que lucharon se opaca o se veía mejor desde lejos. “Dejenmé hacer una guerra”, decía uno de los siervos de Aufidius en Coriolano, la tragedia de William Shakespeare, “supera la paz como el día a la noche. Es como un duendecillo, despierta, es audible y está llena de energía. La paz es apopléjica, letárgica, reflexiva, sorda, adormilada, insensible…”.

Muchas batallas actuales, desde la retórica del ganador, suelen plasmarse en políticas y actos que tratan de crear miedos desde los estigmas. Las batallas culturales son industrias de estigmas a cielo abierto. Y esos estigmas fungen como un permiso, una habilitación arbitraria para atacar las

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