El interés por observar animales salvajes provoca un efecto curioso en quienes viajan: cuanto mayor es el riesgo, más intensa resulta la experiencia. La expectación que despierta ver a un oso pardo en libertad supera con facilidad la de contemplar cualquier otro animal europeo.

Esa atracción impulsa cada año a miles de personas hacia una carretera rumana que serpentea entre valles abruptos y precipicios con curvas muy cerradas. Sin embargo, esa fascinación inicial pronto da paso a la cautela , porque en cualquier tramo puede aparecer un oso a pocos metros del coche . Ese instante convierte el recorrido en una de las experiencias más memorables de toda Europa .

Una atracción para los amantes de la conducción con osos por todas partes

La carretera de Transfăgărășan atraviesa los Montes Făgăraș, al sur de los Cárpatos, un trazado de 90 kilómetros que conecta Curtea de Argeș con Cârțișoara y alcanza 2.042 metros de altitud. Construida entre 1970 y 1974 por orden de Nicolae Ceausescu , su origen responde a una decisión militar: el dirigente quería un paso estratégico ante una hipotética invasión soviética.

El proyecto costó vidas, requirió 6.000 toneladas de explosivos y hoy permanece abierto solo de junio a octubre por la nieve persistente. El resto del año queda cerrado al tráfico y al turismo.

El tramo se ha convertido en atracción nacional y en uno de los puntos más frecuentados para ver osos en Rumanía . De los 22.000 ejemplares registrados en Europa, 17.000 son pardos y casi la mitad habita en el país, según el Ministerio rumano de Medio Ambiente.

El corazón de Rumanía se ha convertido en refugio de los osos pardos europeos

El Parque Nacional Piatra Craiului concentra una parte importante de esa población, pero los alrededores de la Transfăgărășan son los que proporcionan los avistamientos más frecuentes . La densidad de animales y la costumbre de acercarse a las carreteras hacen que muchos viajeros los vean sin buscarlo .

El viaje empieza habitualmente en Pitesti y sigue hacia Curtea de Argeș, donde destaca el monasterio fundado por Radu el Negro en el siglo XIII. Unos kilómetros más arriba aparecen las ruinas del castillo de Poenari , vinculado a Vlad Tepes, y después la presa de Vidraru, con 160 metros de altura y un lago que se bordea antes de llegar al túnel Capra.

Tras su salida, el lago glaciar Balea brinda una de las vistas más impresionantes de los Cárpatos y marca el inicio del descenso hacia Cartisoara. El trazado completo se recorre a baja velocidad porque las curvas son constantes y los rebaños de vacas y ovejas ocupan a veces el asfalto.

En esa misma zona los turistas acostumbran a detenerse cuando un oso aparece junto a la carretera. Muchos animales se han habituado a la presencia humana porque algunos conductores les lanzan comida desde las ventanillas. Esa costumbre ha provocado accidentes graves. El caso más reciente lo sufrió una mujer española de 74 años cerca del Hotel Posada, en Arefu. La Policía rumana informó que resultó herida en una mano al intentar fotografiar a un oso desde el coche . El suceso motivó alertas oficiales para mantener distancia y evitar alimentar a los animales.

El turismo descontrolado provoca accidentes y obliga a reforzar las advertencias

El Ministerio de Medio Ambiente explica que la presencia de tantos osos en zonas pobladas genera conflictos. Los habitantes temen los encuentros inesperados y reclaman mayor control , aunque las autoridades prefieren soluciones que mantengan el equilibrio ecológico. La hibernación entre noviembre y abril reduce los avistamientos , por lo que la primavera y el verano siguen siendo las mejores épocas para observarlos sin riesgo excesivo.

Quienes llegan con ganas de fotografiar a los osos deben tener presente que son animales salvajes capaces de reaccionar ante un movimiento súbito . Las autoridades recomiendan permanecer en el vehículo, cerrar ventanas y mantener una distancia mínima de 50 metros . En caso de que el animal se acerque, conviene r etroceder lentamente sin ruidos ni luces . Las empresas locales organizan también excursiones guiadas con guardas forestales que explican cómo detectar rastros y observar a los osos en su hábitat.

El trayecto por la Transfăgărășan suele requerir varias horas si el clima es estable. Las temperaturas varían con rapidez y las nubes envuelven a veces el pavimento, de modo que cada curva parece abrir otro paisaje. Los motociclistas y conductores deportivos aprovechan el retorcido asfalto para probar su pericia, aunque la belleza de los valles acaba por imponer pausas constantes para hacer fotos o admirar las vistas. Los viajeros coinciden en que pocos lugares de Europa reúnen una carretera tan espectacular y una fauna tan imponente en tan poco espacio.

El descenso final hacia Cartisoara muestra el rostro más tranquilo de las montañas, con pastoreo y puestos de quesos y miel. Después de tantos kilómetros con giros y siempre con la posibilidad de ver el depredador más emblemático de la zona, queda la sensación de haber atravesado un lugar donde la naturaleza impone sus propias reglas y los osos actúan como guardianes, concediendo su presencia únicamente a quien respeta la distancia.