Cuando estudiaba nutrición, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) eran casi invisibles. Recuerdo una única actividad en clases, con una guía que apenas rozaba el tema, y en cinco años de carrera solo una pregunta en una prueba. Y eso que hablamos de uno de los problemas de salud mental con mayor mortalidad en el mundo.
La sorpresa vino después, cuando empecé a conversar con colegas de distintas universidades: la historia se repetía. Un par de definiciones, una pincelada superficial y nada más. Pensé entonces que quizá en psicología se profundizaba más, porque —claro— son enfermedades de salud mental. Pero la respuesta fue igual de desalentadora: hace diez años tampoco se enseñaba en serio.
El resultado es evidente: profesionales con poco conocimiento, muchos mitos y pacientes a