Aplazar tareas importantes se volvió una conducta frecuente, especialmente entre jóvenes y adultos que enfrentan altos niveles de exigencia.
Pero los especialistas aclaran que procrastinar no tiene que ver con la flojera, sino con una mala gestión emocional.
“Procrastinar proviene de no saber lidiar con la incomodidad que sentimos al hacer algo”, explica la psicóloga Silvia Morales. Esa incomodidad puede originarse en el miedo al fracaso, la ansiedad, la depresión, la falta de motivación o el perfeccionismo.
Qué ocurre en el cerebro cuando postergamos
Morales señala que la amígdala cerebral, encargada del control del miedo y la ansiedad, se sobreactiva ante tareas que percibimos como una amenaza. Al mismo tiempo, la corteza prefrontal, responsable de los impulsos y la toma de decisione