En tiempos de inmediatez, donde “soltar” está de moda, esta historia de esperanza nos promete que el amor verdadero no entiende de fechas de vencimiento , no abandona ni duda al primer conflicto, sino que respeta, comparte sueños, entiende de cambios y lucha contra todo.
En marzo de 1985, en los pasillos del colegio San Eduardo, ubicado en la calle Urquiza, cerca del Río de la Plata, se cruzaron los destinos de Michael y Florencia . Él, un joven de 17 años, nacido en Estados Unidos en agosto de 1966, de padres ingleses y portugueses, y con ocho hermanos más, había llegado a la Argentina a sus cuatro años. Su infancia transcurrió en zona norte, y tras repetir cuarto año en el La Salle de Florida, se anotó en el San Eduardo. Ella, de 16 años, nacida en la Argentina en septiembre de 1968