Sonia hacía unos tres años que se había separado cuando un día de esos de calor agobiante, caminando por el Barrio Chino de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires, se chocó con César en la vereda. Le costó reconocerlo porque él ya tenía la cabeza blanca. Hacía años que no sabía nada de él, décadas. A pesar de tener amigos en común, tenía solo una vaga idea de su vida que se había casado y divorciado y que tenía hijos.

Iban los dos tan ensimismados, en busca de algún pescado para cocinar esa noche, que casi siguen su marcha después de un “perdón”. Pero al borde de seguir camino Sonia levantó la vista y vio su cara a centímetros. “¿¡¡Qué hacés César!!!?”, dijo Sonia con una sonrisa estampada en la cara. El topetazo había sido con su amigo de la infancia y novio de la adolescencia . Al

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