«Tonta de mí, qué torpe he sido. Le di hasta propina . No me puedo creer lo tonta que he sido». La pobre Juana, de 80 años de edad, no deja de repetir ese tipo de frases después de que, durante la primera semana de octubre, fuera víctima de los temidos estafadores del gas. Una modalidad de fraude que parecía en letargo y ha vuelto a resurgir con fuerza tras los últimos acontecimientos.
Juana no es «tonta», como se siente en estos momentos. Ni mucho menos. Fue víctima de una maniobra orquestada que ya ha denunciado ante la Policía Nacional. Un tipo de estafa que vuelve a la orden del día y que afecta, sobre todo, a las personas mayores, un colectivo vulnerable ante los desalmados.
«Todo empezó por un cartel en la calle en el que mi compañía del gas alertaba sobre una reparación n