Imagine la escena: un familiar suyo viaja a China para comprar mercancía —jeans, relojes— y revenderla en Cali. Ya lo había hecho antes, así que parecía un viaje más. Pero pasan los días y no hay noticias sobre su paradero. No responde los mensajes por WhatsApp. Apenas aparece un chulo gris. En el hotel donde iba a hospedarse responden que jamás llegó. El desespero se extiende durante dos semanas de intensa búsqueda. Hasta que, tras acudir a Interpol, recibe una noticia devastadora: su familiar está preso en Shanghái por contrabando de narcóticos. Solo un año después podrá comunicarse con él para saber cómo está, entender qué pasó, preguntar cómo se sobrevive en una cárcel al otro lado del mundo.

Ese es el drama de la familia de Joan Sebastián Guerrero Fernández, un caleño detenido en

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