Le dicen dios, pero es hombre. Es verdad que su toreo puede trasladarnos un día a la esfera de lo divino, pero también lo es que al siguiente puede ponernos los pies en la tierra y mostrarnos la irreparable fragilidad de lo humano. Le dicen dios, pero es hombre. La última tarde de Morante ha sido un como un cortometraje sobre su carrera, en la que ha toreado más para sí mismo que para la galería, en la que podía regalar tres naturales para enmarcar e irse al burladero arrastrando la muleta, con andar desgarbado y sin mirar siquiera al tendido por mucho que la ovación resultara atronadora. Le dicen dios, pero es hombre. Un hombre que no sé si sabía que era su última tarde, pero que tiró su primer toro sin probarlo siquiera por el pitón izquierdo y protagonizando un vodevil con el estoque, c

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