
La mayoría de los daños que provoca el cambio climático en España son “inminentes”, es decir, se materializarán, como mucho, en menos de diez años. Algunos ya son más que evidentes: el impacto del calor severo en la salud de las personas, las sequías prolongadas, las inundaciones, el riesgo de que se corte el suministro de agua o energía o se pierdan procesos ecológicos cruciales como la polinización son una “urgencia máxima” que requiere “respuestas inmediatas”, según la última Evaluación de impactos del cambio climático en España elaborada por el Ministerio de Transición Ecológica.
El documento –redactado por la Oficina Española de Cambio Climático– examina las consecuencias concretas que tiene el calentamiento global en nuestro país y concluye que casi nada se escapa y que los golpes ya están aquí: “Se están materializando los escenarios climáticos más extremos con peligros que generan múltiples riesgos encadenados”.
La concatenación de “olas de calor cada vez más intensas, lluvias torrenciales y otros fenómenos está configurando un escenario cada vez más complejo”, explica la evaluación que demanda “respuestas inmediatas” y subraya “la necesidad de acelerar las medidas de adaptación”.
La Oficina ha detectado 141 riesgos de los que 51 son especialmente severos e inminentes y 17 resultarán casi imposibles de revertir. Con esa cifra, se hace evidente que la crisis climática atraviesa casi todos los campos: la salud de las personas, la garantía de tener agua, la naturaleza (y la riqueza asociada a ella), la economía (desde el sector primario al turismo) o el patrimonio.
Entre los riesgos clave por su inmediatez y severidad, destaca el riesgo de enfermar o morir por calor extremo o la contaminación. Esto incluye los “daños físicos, el agravamiento de enfermedades anteriores e incluso muertes”. Son especialmente vulnerables las personas mayores de 65 años y los trabajadores al aire libre.
También entre los más subrayados están los impactos sobre el agua. Tanto por las sequías prolongadas como por las precipitaciones extremas que derivan en inundaciones. “Ya se están manifestando importantes impactos cuya severidad puede alcanzar niveles críticos o catastróficos”, afirma sin paliativos el informe. Si no se actúa “las pérdidas económicas y humanas seguirán aumentando”, asevera al tiempo que estos daños tienen un efecto cascada que golpea “prácticamente todos los sectores económicos del país”.
Menos naturaleza es menos agricultura, ganadería y pesca
La riqueza natural de España “está altamente expuesta al cambio climático porque altera los ciclos biológicos; modifica la distribución de especies y transforma los ecosistemas”. La pérdida de biodiversidad priva a los humanos de funciones esenciales como la polinización, la fertilidad del suelo o el control biológico de plagas. Todas esas funciones impactan directamente en la agricultura y la ganadería que, además, ven cómo el estrés hídrico disminuye las cosechas o las tormentas virulentas destruyen las existentes. De igual manera, los bancos de peces de especies comerciales ven reducida su productividad y por lo tanto, eso repercute en las capturas del sector.
La lista abarca casi todo
Si tres cuartas partes de España están en riesgo de desertificarse, la subida de temperaturas, la frecuencia de las sequías y la erosión que luego provocan las lluvias torrenciales están convirtiendo el país en cada vez más árido especialmente “en las zonas agrícolas del sur peninsular con riesgo de superar los umbrales que lleven a niveles de degradación irreversibles a medio plazo”.
La nómina de daños se extiende por muchos otros campos. El turismo, por ejemplo, que supone el 12% de la riqueza producida en España, corre el riesgo de perder visitantes ante la “superación del umbral de confort”, alerta el documento, o dicho de otra manera: se hará imposible pasar veranos en determinadas zonas que “perderán su atractivo”.
En este sentido, España se queda sin porciones de terreno emergido del mar y las infraestructuras del litoral –puertos incluidos–, padecen el agravamiento de los temporales costeros. También el transporte por carretera y por tren están expuestos a los fenómenos meteorológicos extremos que ya son más frecuentes y potentes.
La batería de daños muy relevantes para España continúa: a la hora de vivir en las ciudades, las temperaturas extremas, agravadas en la isla de calor urbana, ponen en jaque “la habitabilidad de las viviendas , espacios públicos, lugares de trabajo y equipamientos”. También se ha constatado ya cómo se va a dar un “aumento en las compensaciones por pérdidas en el sector agrícola”. Y para abrochar el panorama, los yacimientos arqueológicos subterráneos, pinturas rupestres, frescos, edificios históricos y cascos antiguos se están viendo deteriorados por la nueva normalidad climática española .
La evaluación de la Oficina de Cambio Climático advierte de que hay un puñado de impactos que se acercan a ser irreversibles. Además de las muertes asociadas a las olas de calor, el trabajo señala en ese grupo los daños derivados de sequías prolongadas, los impactos de los fenómenos hidrometeorológicos y costeros extremos, y la destrucción provocada por los incendios forestales, como ha hecho palpable este último verano.