Recordamos haber leído la primera referencia al movimiento ludita, así llamado por su supuesto precursor Ned Ludd, cuyos seguidores firmaban sus escritos reivindicativos con los títulos de rey o general, en una vieja biografía de Lord Byron, seguramente la de André Maurois, donde se contaba que el joven aristócrata fue el único miembro de la Cámara alta –quizá fuera la única vez que asistió a sus sesiones– en oponerse a la pena de muerte dictada contra los destructores de máquinas hacia los inicios de la revolución industrial. Entre 1811 y 1816, desplazados por los veloces telares mecánicos y temerosos de que el invento, base de la formidable expansión que experimentaría el textil, los dejara sin trabajo, grupos organizados de obreros y artesanos se conjuraron para demoler las instalacione

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