En el corazón del puerto natural de Mahón, donde el mar parece calmo y azul como una postal, se alza una pequeña isla con un pasado que pocos se atreven a recordar. Se llama la Isla de la Cuarentena , aunque los menorquines la conocen mejor como el Lazareto .

A simple vista, parece una fortificación más de las que los británicos o los españoles dejaron como legado de siglos de disputas por el Mediterráneo. Pero bajo sus muros encalados y su silencio perfecto se esconde una historia inquietante: fue el lugar donde Europa mandaba a morir a los enfermos de las grandes epidemias.

Durante más de tres siglos, este islote fue la frontera invisible entre la vida y la muerte. Los barcos que llegaban a Menorca desde puertos infectados debían detenerse allí durante cuarenta días -de ahí su no

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