Muchas son las cosas a admirar cuando se acude al Met neoyorquino, empezando por la plaza del Lincoln Center, con su fuente, a donde se vuelca el teatro, la New York City Opera -en peligro de cambiar de nombre por el de Melania -, la Juilliard o el NYC Ballet. Unos paneles permiten conocer las óperas en cartel. Cuatro títulos diferentes en tres días. Toda una demostración de un poderío con el que ningún otro teatro del mundo puede competir, aunque a través de su enorme frontal de cristal se vislumbren los dos inmensos Chagal que la institución ha tenido que hipotecar para hacer frente a su crisis.

Sin embargo no es oro todo lo que reluce. Algunos de sus patrocinadores emblemáticos se han retirado y que los nuevos, como Spring Point Partners que donó $150.000, no llegan a cambiar la situ

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