Después de casi ocho horas de apagón nocturno, comer cuatro cucharadas de arroz blanco con una salchicha hervida, cargar cubos de agua hasta el cuarto piso de un destartalado apartamento en el reparto Alamar, al este de La Habana , y dormir abanicándose con un trozo de cartón por el calor y para espantar los mosquitos, Roberto intenta explicar por qué apoya, o simula respaldar, a la dictadura verde olivo.

Es técnico en una dependencia de ETECSA a 15 kilómetros de su casa. Hace dos años que la única empresa de telecomunicaciones de Cuba, por falta de combustible, no dispone de transporte para sus empleados. “Me levanto a las cuatro de la madrugada, a las siete de la mañana debo empezar a trabajar. Pero la mayoría de las veces llego tarde, porque demoro dos o tres horas en coger una guagu

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