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16 oct 2025 . Actualizado a las 05:01 h.
En una sociedad que presume de estar más conectada que nunca, cada vez nos cuesta más mirar de frente, tocar y acompañar. Hace unos días, un compañero me contaba su experiencia en una unidad neonatal de un hospital canadiense: le sorprendía la escasa presencia de padres junto a sus hijos ingresados. Muchos preferían conectarse desde el móvil para verlos a través de cámaras instaladas en la unidad. Coincidíamos en lo paradójico del asunto. En una época que idealiza la maternidad, el parto perfecto y la infancia sin sobresaltos, el ingreso de un recién nacido se vive como una ruptura dolorosa con ese ideal. Un embarazo deseado, a veces lleno de dificultades, puede desembocar en frustración cuando la realidad