METEPEC, México (AP) — La primera vez que conoció a un papa, el artesano mexicano Hilario Hernández no viajó al Vaticano como invitado. Su papel fue cuidar la frágil pieza de barro que había creado como regalo para Benedicto XVI.

“No es que quisieran llevarme, sino que los árboles tienden a romperse y tuve la oportunidad de ir a entregarlo”, dijo Hernández desde su taller en Metepec, un pueblo a unos 68 kilómetros de Ciudad de México.

La obra que le pidieron confeccionar para el pontífice en 2008 es una celebrada artesanía mexicana. Conocido como Árbol de la Vida, pertenece a una tradición que floreció a mediados del siglo XX y hoy se considera un símbolo de identidad en el lugar natal de Hernández.

Docenas de creadores como él dedican su vida a elaborar estas piezas. Sus diseños varían, pero la mayoría comparte un elemento: la escena bíblica del Génesis, con Adán y Eva al centro, separados por el tronco del árbol y una serpiente.

“El árbol se presta para manifestar lo que tú quieras”, dijo Carolina Ramírez, guía del Museo del Barro local. “Es un encanto para Metepec porque le ha dado un distintivo de pueblo mágico con su historia”.

El museo celebra un concurso anual en el que participan artesanos de todo el país. A la fecha posee más de 300 piezas y mantiene una exhibición permanente de algunas de ellas.

Además de Adán y Eva, los árboles despliegan diferentes figuras como las Catrinas —esqueletos femeninos que se han convertido en símbolo del Día de Muertos en México— y los Xoloitzcuintles, perros sin pelo que eran sagrados para los Nahuas.

“El árbol tiene temas ligados a nuestras tradiciones”, dijo Ramírez. “Para la gente que los compra, son algo que les da identidad”.

Los antepasados de Hernández han trabajado el barro desde que tiene memoria. Su abuelo, de 103 años, todavía crea ollas y cazuelas en Metepec.

“Somos la quinta generación de alfareros y artesanos”, dijo Felipe, hermano de Hilario. “El conocimiento va de boca en boca.”

Los cinco hermanos de la familia estudiaron carreras técnicas, pero todos eligieron dedicarse de lleno a sus artesanías.

Hilario, el mayor, se convirtió en mentor de los más jóvenes. Ahora sus tareas se alternan. Mientras uno moldea hojas para los árboles, otros las pegan o las pintan. Todos comparten el orgullo por el oficio familiar.

Luis, de 34 años, contó que hace artesanías desde los 12. “Mi lugar de juego era éste”, recordó. “Como es una tradición familiar, se arraigó conmigo y sigo realizando las piezas”.

Otro artesano de la zona, Cecilio Sánchez, también heredó los conocimientos de su padre y con el tiempo fundó un taller. Hoy su esposa, sus dos hijos y otros parientes trabajan juntos para crear su propio legado.

Su técnica se conoce como barro pigmentado y consiste en combinarlo con óxidos. “Otros compañeros integran colores industriales a la pieza, pero nuestro trabajo es conservar lo que nos ofrece la tierra,” explicó.

Mientras creaba su primer árbol para un papa, Hilario puso a prueba sus límites como artesano.

Guiado por la sabiduría de su padre, horneó la pieza de dos metros a la temperatura precisa. Para transportarla la envolvió como una momia gigante con 200 rollos de papel higiénico que le permitieron protegerla y rellenar sus huecos.

Y además estuvo el diseño. Durante seis meses, el artesano y su familia modelaron figuras en ambos lados del árbol, un reto poco común en su oficio. Una de las caras retrataba a algunos de los santos mexicanos más venerados; la otra, los orígenes del Árbol de la Vida.

Los detalles precisos de su historia no están claros. No obstante, expertos coinciden en que pudieron haber desempeñado un papel importante en la evangelización tras la conquista española en el siglo XVI.

De acuerdo con Ramírez, los primeros artesanos que reinterpretaron la tradición en tiempos modernos añadieron elementos distintivos de Metepec. Uno de ellos es la Tlanchana, una figura mitad mujer y mitad serpiente que, según la leyenda, habitaba en los terrenos lacustres del pueblo.

“Decían que cuando salía del agua traía abundancia”, explicó la experta. “Para nuestros antepasados, los dioses estaban ligados al fuego, al agua, a la naturaleza”.

Las Tlanchanas en los árboles de Hernández ya no parecen serpientes. Dado que el reptil se considera una representación del mal, la tentación y la muerte bajo la mirada católica, su cola fue reemplazada. En su forma actual de sirena, es quizá el símbolo más conocido de Metepec junto con el Árbol de la Vida.

Hilario mantiene un recuerdo especial sobre su mesa de trabajo: una fotografía del día en que conoció a un papa por segunda vez.

En aquella ocasión no viajó al Vaticano. Un extraño tocó a su puerta en 2015 y le pidió hacer otro Árbol de la Vida, esta vez para un segundo pontífice. Francisco visitaría México y el presidente quería que el artesano creara una obra maestra.

Completar la encomienda tomó tres meses de trabajo. El árbol de Francisco no sería tan grande como el de Benedicto, pero su diseño representó nuevos desafíos, pues debía retratar la vida del religioso argentino.

Para inspirarse Hilario visitó parroquias, habló con sacerdotes y leyó cuanto pudo. En 2016, cuando finalmente conoció a Francisco en el Palacio Nacional, se dio cuenta de que todavía tenía algo por aprender.

“Él terminó explicándome su propio árbol”, recordó. “Y me dijo: ‘Yo sé que no lo hiciste solo. Que Dios bendiga a tu familia y esas manos’”.

El encuentro dejó huella en su vida. Le hizo pensar en su propósito y reafirmó su vocación hacia su oficio.

“Dedicarnos a la elaboración de los Árboles de la Vida es un compromiso”, dijo. “Si bien lo necesitamos para vivir, también es nuestro legado cultural”.

____

La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de todo el contenido.