LA HABANA. - En algún momento del verano de 2016 coincidimos José Daniel Ferrer, Ángel Moya, Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, y yo en un lugar céntrico de La Habana. Eran pasadas las nueve de la noche y durante la charla con Ferrer le comenté mi interés en escribir un perfil sobre su trayectoria en la disidencia pacífica. “No quiero que sea una apología. Quiero retratar a un hombre de carne y hueso con sus virtudes y defectos. No me gusta recostarme a estatuas heladas”, le dije, citando una frase que en algún libro leí.
Ferrer estuvo de acuerdo. “No hay problemas. Será mejor si vas a Santiago de Cuba”. Otras veces nos vimos en recepciones por el 4 de julio organizadas por la Embajada de Estados Unidos en La Habana. Mi relación con la oposición fue a veces complicada. Era un peri