Cuando Mary Shelley publicó por primera vez su novela Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818, su portada tenía impresa un revelador epígrafe de El Paraíso perdido , en el que un desesperado Adán increpa a Dios :

“¿Te exigí yo, Creador Omnipotente, que me convirtieses de tierra en Hombre? ¿Te solicité para que me sacases de las tinieblas…?”. ¿Te pedí que me hicieras?, le reclama la creación a su creador. Nunca pedí estar aquí, y ahora me condenas a esta vida de dolor.

“¿Te exigí yo, Creador Omnipotente, que me convirtieses de tierra en Hombre? ¿Te solicité para que me sacases de las tinieblas…?”. ¿Te pedí que me hicieras?, le reclama la creación a su creador. Nunca pedí estar aquí, y ahora me condenas a esta vida de dolor.

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