Los creadores de cine de terror siempre han explorado distintas maneras de representar el miedo , pero ninguna había puesto al espectador a la altura de un perro. La narración suele centrarse en la reacción humana ante lo desconocido, mientras los animales quedan relegados a un papel residual, si es que lo tienen.
En Good Boy , del guionista y director estadounidense Ben Leonberg , ese orden se invierte por completo. El relato transforma el punto de vista tradicional y convierte a un perro real en el eje emocional y narrativo de una historia ambientada en una casa aislada donde se manifiestan fuerzas sobrenaturales.
Tres años de rodaje para lograr una mirada animal auténtica
La película, que Leonberg presentó junto a su perro Indy en el festival de Sitges, es su primer largometraje tras una larga trayectoria de cortos. Según explicó en una entrevista publicada en GQ , el rodaje se prolongó tres años porqu e trabajó únicamente con su mascota , sin recurrir a animales entrenados para actuar.
El resultado es un film en el que cada plano se concibió desde la mirada del perro . El director diseñó un storyboard completo antes de rodar y utilizó la cámara a una altura inusual para reproducir la perspectiva del animal. Así, cuando aparece una figura humana, el público solo ve rodillas o sombras que insinúan su presencia . De hecho, siempre hay algo que impide ver las caras de los humanos de forma clara.
El fuera de campo se convierte en una herramienta esencial para crear tensión. Al mantener la cámara a nivel del suelo, cualquier elemento extraño se percibe como amenaza sin mostrarlo directamente. Leonberg aplicó el principio del efecto Kuleshov para sugerir emociones en Indy: al yuxtaponer su rostro tranquilo con imágenes de luces, pasillos o ruidos, el espectador interpreta miedo donde solo hay curiosidad. De esa ilusión nace la empatía que sostiene toda la historia.
El rodaje fue una prueba de paciencia. Leonberg y su esposa, productora del proyecto, vivieron en la misma casa donde se filmó para que Indy actuara con naturalidad . Cada día grababan aproximadamente una hora, lo que generó más de 400 jornadas de trabajo repartidas en tres años. El equipo se redujo a dos personas y el perro, lo que permitió captar gestos auténticos sin distracciones .
Leonberg explicó que muchos de los movimientos de Indy surgieron de estímulos sencillos , como palabras sin sentido pronunciadas tras la cámara para que inclinara la cabeza o fijara la mirada. A partir de esos fragmentos construyeron la interpretación que se ve en pantalla.
Un proyecto artesanal que mezcla terror y ternura sin crueldad
El director decidió, además, mantener el rostro del personaje humano oculto, un recurso que refuerza la idea de que el protagonista absoluto es el perro. Los actores Shane Jensen y Arielle Friedman prestaron sus voces posteriormente, pero la atención del espectador permanece siempre sobre Indy .
El propio Leonberg interpretó a Todd , el dueño del animal en la ficción, en algunas escenas y utilizó dobles de cuerpo para mantener la coherencia visual. La iluminación, la carpintería y la fotografía fueron realizadas por él mismo, lo que convirtió la película en una obra artesanal en todos los sentidos.
El guionista contó que la idea surgió al ver Poltergeist , cuando un golden retriever recorre una casa presintiendo algo extraño antes que los humanos. A partir de esa observación pensó en construir una historia completa desde esa mirada . En palabras del cineasta, “utilizamos una idea profundamente compartida como ADN primario” y la adaptaron a la sensibilidad animal. El resultado es un relato que asocia el miedo a la percepción limitada de los perros frente a estímulos que no comprenden .
El miedo se convierte en ternura sin perder su pulso inquietante
En Good Boy , la amenaza paranormal convive con una lectura más íntima sobre la mortalidad. Leonberg abordó la relación entre un perro y su dueño desde una perspectiva emocional que evita la crueldad habitual del género. Rechazó desde el principio la posibilidad de que Indy muriera en la trama. “Siempre quisimos que Indy sobreviviera porque esa es también la resolución correcta de su viaje del héroe ”, afirmó.
El proyecto, iniciado casi como un experimento, acabó situando a Good Boy entre las propuestas más singulares del terror reciente. Leonberg reconoce la influencia de La cosa de John Carpenter y la intención de alcanzar ese nivel de precisión con un perro como protagonista. Su propósito fue crear una película de miedo que funcionara también como retrato de afecto y de aprendizaje entre un ser humano y su mascota. Con esa combinación de artesanía, paciencia y mirada original, Good Boy demuestra que el miedo también puede contarse desde el suelo, al ritmo de un perro que explora una casa y su propia lealtad.