Caminar unas cuadras por Recoleta y doblar hacia la zona de Avenida Alvear sigue teniendo algo de película: fachadas de academicismo francés, veredas con historia y una atmósfera que la ciudad se enorgullece de conservar desde fines del siglo XIX, cuando Torcuato de Alvear trazó esa arteria que con el tiempo se volvió una de las más elegantes de Buenos Aires.

Sobre ese telón, el Palacio Basavilbaso volvió a abrir sus puertas y la postal parece salida de otra época: arañas de alabastro, boiserie restaurada, vitraux relucientes y un salón que invita a quedarse.

"Estamos devolviendo el brillo original, pieza por pieza", le cuenta a GENTE el empresario Santiago Chittaro (36) y hace una aclaración que no es menor: "No queremos que parezca nuevo: queremos que vuelva a ser lo que fue" .

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