El dicho popular que advierte que el dinero no crece en los árboles se utiliza como una llamada a la responsabilidad económica y al esfuerzo personal. En muchas culturas, se enseña desde la infancia como una forma práctica de recordar que la riqueza proviene del trabajo y la administración sensata de los recursos .

Suele mencionarse en casa para llamar a la prudencia y de límite frente al consumo impulsivo. Su función va más allá de una simple advertencia económica, ya que refleja una idea de disciplina y de realismo ante la vida material. Paradójicamente, un descubrimiento reciente en Finlandia ha añadido una curiosa dimensión literal a esa expresión .

Un equipo finlandés descubre oro dentro de las hojas de los abetos

Investigadores de la Universidad de Oulu y del Servicio Geológico de Finlandia detectaron nanopartículas de oro en las agujas del abeto rojo . Según el estudio publicado en la revista Environmental Microbiome , el metal no se hallaba adherido desde el exterior, sino formado dentro del tejido vegetal , asociado a comunidades bacterianas.

La investigación analizó 138 agujas procedentes de 23 árboles y comprobó que el 17,4% de ellos contenían oro en el mesófilo de sus hojas , envuelto en una matriz bacteriana conocida como biofilm. La doctora Kaisa Lehosmaa explicó que “los microbios que viven dentro de las plantas pueden influir en la acumulación de oro en los árboles ”.

El mecanismo descubierto parte del subsuelo. En las zonas auríferas del norte finlandés, el agua subterránea arrastra iones metálicos desprendidos de las rocas por la acción microbiana y la oxidación. Los abetos los absorben junto con el agua y los nutrientes , de modo que las bacterias endófitas presentes en los tejidos vegetales actúan como catalizadores y reducen esos iones hasta generar minúsculas partículas sólidas de oro . Las cantidades son muy pequeñas, entre 0,2 y 2,8 microgramos por kilo de hojas secas , pero bastan para revelar la existencia de depósitos auríferos bajo el bosque .

Una sustancia viscosa dentro de las agujas crea el ambiente ideal para el oro biogénico

El biofilm que recubre las nanopartículas es una sustancia viscosa producida por bacterias que habitan dentro del árbol. Su estructura sirve de refugio, facilita la adhesión celular y actúa como barrera protectora frente a agentes externos. Esa matriz gelatinosa se convierte también en un microambiente químico capaz de favorecer la precipitación del metal . La profesora Anna Maria Pirttilä , de la Universidad de Oulu, señaló que “estos microbios endófitos podrían desempeñar un papel esencial en los procesos de biomineralización de las plantas”.

Los resultados se obtuvieron mediante microscopía electrónica de barrido, espectroscopía EDS y secuenciación genética 16S rRNA, técnicas que confirmaron la presencia de oro biogénico dentro de los tejidos. El hallazgo demuestra que los árboles pueden actuar como sensores naturales de la mineralización subterránea . El oro aparece incrustado en la aguja, acompañado de trazas de plata, arsénico e incluso cerio . La biomineralización no se produce en todos los ejemplares ni de forma constante, sino en condiciones específicas que dependen de la hidrogeoquímica local y del equilibrio microbiano.

Los abetos se convierten en aliados para una minería más respetuosa con la naturaleza

El estudio no persigue extraer oro de los árboles , porque el valor económico de las partículas es mínimo. Su importancia radica en el potencial para explorar y monitorizar recursos minerales sin alterar el entorno. En lugar de perforar o remover tierra, basta con analizar muestras vegetales y estudiar su composición microbiana para obtener información geológica. Como indicó la investigadora Maarit Middleton , del Servicio Geológico de Finlandia, “este tipo de métodos biogeoquímicos permiten comprender mejor lo que ocurre en el proceso y aplicar soluciones con menor impacto ambiental”.

El trabajo se enmarca en una tendencia global hacia la minería sostenible, que busca reducir los daños ecológicos mediante la observación de organismos vegetales y microbianos. El mismo principio puede aplicarse a otros metales como el cobre o el litio y a estrategias de biorremediación . Según Lehosmaa, “el oro se encuentra en forma soluble en el suelo, y al desplazarse con el agua llega a las agujas del abeto, donde los microbios lo transforman en partículas sólidas de tamaño nanométrico”.

Ese conocimiento aporta una herramienta eficaz para localizar y limpiar zonas con metales sin necesidad de perforar . Las plantas, más que fábricas de oro, se convierten en registros vivos del subsuelo. De algún modo, lo que antes fue un consejo moral, hoy se traduce en un método para explorar sin destruir.