El robo más extraordinario y del que nadie deja de hablar en estos días pareció, durante casi todo el tiempo, un asunto de lo más ordinario . Los ladrones llegaron al Louvre con un montacargas y chalecos reflectantes. Como si fueran trabajadores normales, colocaron conos para cortar el tráfico, desplegaron una escalera sin problema y subieron al primer piso, donde se encontraban las joyas. Todo parecía tan normal como si se tratara de dos obreros aburridos trabajando en un domingo gris.

Una vez arriba, abrieron discretamente un boquete en las ventanas con una cortadora de disco , herramienta que también usaron para romper las vitrinas de las joyas. Solo entonces el robo empezó a parecer un robo: amenazaron a los guardias y huyeron con las piezas hacia el exterior, donde los esper

See Full Page