Lunes noche. Las pantallas gigantes de las fachadas de Callao proyectan una cuenta atrás. Tic. Tac. Tic. Tac. El cruce entre Gran Vía y Preciados se empieza a colapsar. La culpable: Rosalía, que ha ido sembrando pistas de que algo va a ocurrir. En sus redes, se ha visto cómo se maquillaba, cómo conducía un coche, cómo iba de camino hacia algún lugar. Y parecía que el lugar era este. La imaginación social se hacía grande. El boca a boca corría por WhatsApps, stories de Instagram y otras aplicaciones.

Como una neoflautista de Hamelín, la gente sedienta de acontecimientos se empezó a movilizar tras sus pasos. Y con sus móviles grababan las pantallas con los minutos que quedaban. La pregunta es para qué. Estamos en la era en la que necesitamos sentirnos protagonistas en primera persona de la

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