Hay noches que se escriben con piedra y sangre. No con tinta, no con palabras suaves, si no con huesos rotos y vidrios hechos añicos. La avenida Forestal —esa arteria que debería guardar pasos tranquilos, risas de regreso y el eco de un choripán compartido— se convirtió anoche en escenario de la indiferencia más brutal.Dos hinchas hospitalizados, vehículos destrozados, familias aterrorizadas en sus casas. Un espectáculo que no admite eufemismos. Esto no es un hecho aislado ni una nota menor; es la radiografía exacta de un Club que hace tiempo dejó de ser patrimonio de su gente. El relato de la calle, de la tribuna, de los que aman la camiseta desde la fatiga del viaje y la madrugada, es más crudo que cualquier parte policial. Un colectivo que volvía desde Monterrico, paradas habituales, ca
“Necios e hipócritas”: Zapla, su hinchada y...

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