Mientras el gobernador Salomón Jara presume avances históricos, la realidad oaxaqueña cuenta otra historia: uno de cada cuatro habitantes vive en pobreza extrema y niños oaxaqueños siguen muriendo por desnutrición. Detrás de la narrativa oficial de bienestar, persiste un estado con hambre estructural y desigualdad profunda.
Según el INEGI, en 2024 más de un millón de oaxaqueños —equivalente al 24.9% de la población— no lograron cubrir ni siquiera la canasta básica. Se trata de alrededor de 261 mil hogares, la mayoría en comunidades rurales e indígenas, donde los programas sociales apenas alcanzan para sobrevivir.
La desnutrición crónica, que afecta al 18-20% de los niños menores de cinco años, mantiene a Oaxaca entre los primeros lugares nacionales. En regiones como la Mixteca y la Sierr