Atenor de lo leído, parece que resulta inevitable interpretar el latrocinio del Louvre como un signo de la decadencia francesa. Ya se habla de Francia como “el enfermo de Europa”, igual que antes se dijo de España y mañana se afirmará de no sabemos de quién. Para un europeo en general, y para un español en particular, no es posible ignorar la formación del Louvre, no solo durante la Convención, sino durante los días del Gran Corso, cuando pasará a llamarse Museo Napoleón, y al que llegarían latrocinios de Europa y Egipto, principalmente. Goya fue, junto con Maella y Napoli, uno de los tres encargados de elaborar una lista de pinturas españolas con destino a dicho museo. Una lista muy pensada a la baja. Pero, en fin, volviendo a los cacos del Louvre, recordemos hoy a dos inopinados cacos en
Picasso, Apollinaire y el Louvre

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