En estos últimos treinta días he rodado de acá para allá aunque, a diferencia de José José, no he sido de todo y sin medida; yo sí estuve ocupado, por ejemplo, ultimé una novela que espero vea la luz allá por el 2026 (confío en que el Adolfo y Laura se apiaden de mí y dejen de hablar de proyectos editoriales que no me incluyen), viajé y leí. Leí un montón, a eso vamos lueguito.

Lo de la escribidera no fue espontáneo; fue, todo sea dicho, una imposición de mi editor; en efecto, terminada la susodicha novela desde el año pasado (2024), vino el Adolfo a decirme que estaba coja; que como que “le faltaba”; que los primeros nueve capítulos, de los treintaiocho, estaban “bien” —así, peyorativamente dicho: “bien”; no magníficos ni espectaculares, pese a que soy su “santo padre” (Adolf dixit) sólo

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