Con la llegada del otoño, y antes de que el frío se instale en casa, es recomendable poner a punto el sistema de calefacción para que funcione con el máximo rendimiento. Además de purgar los radiadores, existe una tarea igualmente importante que a menudo pasa desapercibida: limpiar su interior antes de ponerlos en marcha.
Esa acumulación de polvo y suciedad, aparentemente inofensiva, reduce la capacidad del radiador para transmitir calor, retrasa el proceso de calentamiento y, en algunos casos, puede incluso aumentar el consumo de energía. En resumen, un radiador sucio calienta menos y gasta más. Por ello, dedicar unos minutos a una limpieza a fondo es una forma sencilla de mejorar su eficiencia y prolongar su vida útil.
El truco más rápido y efectivo: el del secador de pelo
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