La tarde se había pintado de gris y la lluvia, fina pero tupida, caía sobre las calles de Iztacalco , en la colonia Gabriel Ramos Millán. El ambiente, a unas semanas del Día de Muertos , ya olía a cempasúchil y a esa melancolía que viene antes de la celebración oficial. Fui en busca de los hermanos panaderos , los hijos de Don Pepe , como los conocen en el barrio , y encontré mucho más que una receta, descubrí una tradición viva , un hogar de puertas abiertas y un amor inmenso por el oficio.

Jaime, Mario y Gustavo González Ibarra me recibieron con una calidez que hizo que se me olvidara el frío y lo mojado de mi ropa . Me saludaron tres hombres de manos fuertes y cuerpos curtidos por el trabajo, pero con una atención y generosidad que me hicieron sentir en casa al instant

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