En Latinoamérica se ha llorado con “Candy Candy” y “Marco”, se ha reído con Chispita y Chito en “Meteoro” y se han pasado noches en vela con las aventuras de Goku en “Dragon Ball Z”. El anime, que es como se llama a la animación hecha en Japón, ha sido crucial en la formación sentimental de varias generaciones de latinoamericanos.

El éxito reciente en la taquilla del anime “Demon Slayer: Infinity Castle” —que se convirtió este fin de semana en la película extranjera que más dinero ha recaudado en EE.UU.— confirma esta tendencia. Luego de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos, el país donde “Demon Slayer” ha generado más ingresos es México, con US$ 17,6 millones, según Box Office Mojo.

“En México, Gokú es Dios”, dice Luis Carlos Díaz, periodista venezolano, activista de derechos humanos y

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