Hubo un tiempo, no hace tanto, en el que parecía que los ciudadanos europeos habían ganado una batalla. Fue en 2018, cuando la Comisión Europea preguntó directamente a la gente si querían acabar con el ritual de adelantar y atrasar el reloj dos veces al año. La respuesta fue un terremoto: 4,6 millones de personas participaron en la consulta, y un 84% de ellas respaldó la idea de poner fin a esta costumbre. Aquello fue un clamor ciudadano sin precedentes en la historia de las consultas comunitarias.
En respuesta a esta demanda popular, la maquinaria de Bruselas se puso en marcha. La Comisión presentó una propuesta formal para eliminar el cambio de hora y, en marzo de 2019, el Parlamento Europeo cumplió su parte del trabajo, votando a favor de la supresión. Todo parecía encaminado para