El reciente intercambio de declaraciones entre los presidentes de Colombia y de Estados Unidos, en torno al incremento del narcotráfico y a las acciones emprendidas por el Gobierno norteamericano en el Caribe, ha desatado una crisis diplomática progresiva y, sin duda, evitable.

Nos encontramos ante una coyuntura crítica que marca el umbral de un quiebre geoestratégico sin precedentes, comparable únicamente con episodios históricos de profunda fractura nacional, como la pérdida del canal de Panamá en 1903.

Colombia enfrenta hoy las consecuencias de una política errática en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, agravada por el favorecimiento de actores ilegales bajo el marco de la denominada paz total.

Tales decisiones han conducido a un máximo histórico en la producción

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