Trump no provocó el caos colombiano: simplemente lo reveló. Su mensaje no fue un insulto, sino una advertencia que desnudó la fragilidad institucional del país y la crisis moral de su dirigencia. Colombia no fue víctima de un golpe ni de una conspiración externa; cayó por su propio silencio, por la omisión de quienes prefirieron mirar hacia otro lado mientras el Estado se degradaba.

Durante tres años, Gustavo Petro gobernó sin mayorías reales. No tuvo aliados, sino cómplices. Los partidos tradicionales —liberal, conservador y La U— negociaron con él cuotas, contratos y posiciones, y a cambio entregaron su papel de contrapeso. Las cortes se refugiaron en el formalismo, la Procuraduría en la ambigüedad, la Fiscalía en el silencio y la Contraloría en el cálculo político. La Constitución ofre

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