Noche de bodas. El novio condujo suavemente a su desposada al lecho donde consumaría al fin la ansiada unión. Exclamó ella con disgusto: “¡Caramba! ¿Por qué todos los hombres piensan nada más en esto?”. “¡Joder! —le dijo exasperado el hombre de la Edad de Piedra a su mujer—. ¿Ahora que cacé mi primer mamut me sales con la novedad de que eres vegetariana?”. No apliquemos etiquetas. Eso está reñido con el respeto y la consideración que al prójimo se deben. Digamos solamente que el joven varón llamado Tilo —por Artilo— era demasiado fino pa’ frontera. Sus movimientos amanerados, su voz atiplada y su general delicadeza contrastaban grandemente con los rudos modales de los habitantes de aquel pueblo norteño, curtidos en la vida a campo abierto, entre reses y caballos. Sucedió, cosa inusitada, q

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