En un mundo que no se detiene, encontrar un refugio para la mente se ha vuelto casi una necesidad. Cada vez más personas descubren en el llamado junk journaling una afición que no exige talento previo ni grandes desembolsos, pero que ofrece a cambio un remanso de paz. El simple acto de seleccionar, recortar y pegar se convierte en un ejercicio de calma y concentración, una poderosa herramienta para la introspección que permite poner en orden los pensamientos y desconectar de la rutina diaria.

De hecho, la propuesta es tan sencilla como sorprendente: dar una nueva vida a esos pequeños fragmentos de lo cotidiano que, por norma general, acaban en la basura. Se trata de transformar los modestos retales de la vida, como entradas de cine, etiquetas de ropa, mapas viejos o simples envoltorio

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