Vivimos en una época repleta de estímulos y demandas. Cada día nos vemos forzados a priorizar entre múltiples opciones: trabajo o familia, ahorro o disfrute, comodidad o sacrificio. Estas decisiones, aparentemente pequeñas, revelan en realidad el mapa de nuestro corazón. La reflexión que te propongo en las siguientes páginas intenta acompañarte a mirar con honestidad esas prioridades y a considerar si lo que persigues realmente satisface lo que más importa: una relación viva con Dios y una vida de sentido.
Parto de una convicción sencilla pero profunda: muchas de las cosas que consideramos valiosas no son necesariamente malas en sí mismas; el problema aparece cuando ocupan el centro y eclipsan aquello que constituye la raíz de la vida espiritual: la comunión diaria con Jesús. El dinero, e

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