Una vida reflexiva no es un simple pasatiempo intelectual, sino el cimiento de una existencia plena y ética. De la mano de la reflexión, los sentimientos, a menudo minimizados en una cultura que exalta la utilidad material, emergen como brújulas morales. Así, una vida sin esta interiorización se vuelve superficial, ajena a la riqueza y la tragedia de la experiencia humana, limitando nuestra capacidad de entender y responder al mundo que nos rodea.

Las personas que han cultivado la reflexión y la sensibilidad poseen una lente singular para observar la realidad. Su visión trasciende el juicio prejuicioso o la sentencia cancelatoria; se adentra en la estructura del dolor. Más allá de su nivel educativo, su situación económica o su origen sociocultural, estas personas logran sentir la magnitu

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