En 2000 la UE, con la declaración de Lisboa, se fijaba el objetivo de convertirse en "la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo". Ya hemos llegado al 2025 y no lo somos. Pero sí somos una economía basada en el conocimiento, ya que, como en todas partes, éste impregna todo lo que nos rodea. Es lo que nos da prosperidad y bienestar. También dolores de cabeza. Para Europa el reto exigente es hoy si seremos productores significativos de conocimiento y si, con las muchas palancas de que disponemos, lo sabremos aprovechar para generar propiedad intelectual (PI) de alto valor, así como la actividad económica que la rentabilice. Las agendas de la competitividad y de la de soberanía estratégica convergen en ese objetivo.
En España es lo mismo, salvo que la soberaní

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