Donald Trump es el rey. O al menos eso sublima al permitir que se difunda en la cuenta de su red social un video en el que pilota un caza y muestra su cabeza coronada en tanto la nave deja caer toneladas de excrementos –o una sustancia funcional a esa idea– sobre los manifestantes que rechazan su gestión. Su equipo participa de ese deseo real ya que el vicepresidente J. D. Vance, entre otros miembros del gabinete, compartieron el mensaje en sus cuentas. No es curioso el apoyo de Vance a la ocurrencia ya que es el miembro de la administración más cercano a Curtis Yarvin quien, no solo ve o proyecta en Trump la figura de un rey sino que concibe a Estados Unidos como una monarquía. 

¿Esto va en serio? La narrativa política de la Casa Blanca puede parecer obra del equipo de la revista Mongolia pero el proyecto que se traen entre manos no es ninguna broma. Tampoco causa demasiada gracia Curtis Yarvin a pesar de que se suele considerar a sí mismo como un payaso. Esa figura, sin ser exagerados, nos puede llevar al Joker pero es necesaria la ironía para no entrar en pánico. 

Yarvin es un blogero que permanecería en el anonimato de la noche virtual si no fuera porque la tripulación reaccionaria de la nave trumpiana, empezando por Peter Thiel y culminando, nada menos, que en el vicepresidente Vance, alientan su cruzada conocida como la Iluminación Oscura y que propone una tecnomonarquía

El plan consiste en sustituir la figura presidencial por un monarca o, siguiendo el modelo empresarial, por un CEO. Como ejemplos da nombres como el de Steve Jobs (para Yarvis Silicon Valley es el Camelot de su utopía), y cuando pretende ser didáctico, menciona a George Washington cuya gestión asocia a una start-up y ve a su secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, como «alguien a quien hoy podríamos considerar un techbro al frente de un gobierno“, y remata: ”Washington, Lincoln y Roosevelt son CEO que dirigieron el negocio de forma muy vertical». 

¿De dónde sale Yarvis? Primero habría que vislumbrar hacia el lugar que pretende llevarnos, aunque como en una sesión de terapia, empecemos por su singular infancia.

El pequeño Curtis fue educado en casa por su madre ya que el padre, quien había estudiado filosofía en la Universidad de Brow, ingresó al Servicio Exterior como diplomático y la familia vivió en distintos países. Al volver a Estados Unidos, lo evaluaron y, con doce años, entró al instituto saltándose tres cursos. No siguió mal ya que después ingresó al Study of Mathematically Precocious Youth , creado por la Universidad John Hopkins para jóvenes estudiantes con coeficientes intelectuales especialmente altos. A Yarvin le gusta contar la historia de sus abuelos paternos, comunistas judíos de Brooklyn, que se conocieron en una reunión de izquierdas en los años treinta. Se burla de ellos porque, según dice, en el ambiente del comunismo estadounidense sentían que se impondrían por tener un coeficiente intelectual por encima de la media. A su juicio, argumenta, es como si todos los niños superdotados formaran un partido político e intentaran conquistar el mundo. Claro que, cuando explica su programa tecnomonárquico su reflexión cae en una contradicción ya que sostiene que uno de los problemas de la democracia es que «arruina la vida» de los individuos con un CI elevado. ¿Solución? Negar el derecho al voto a cualquier persona con un CI inferior a 120.

Claro que el alto CI no necesariamente se traduce en un vuelo intelectual y creativo. Así como las herramientas teóricas de Peter Thiel se basan en los estudios de René Girard y Leo Strauss catalizadas por las lecturas de El señor de los anillos que utiliza para apoyar sus argumentos, Yarvis tiene como referente al filósofo inglés Nick Landa, de quien toma la Iluminación Oscura para denominar a su propio proyecto y usa su teoría del aceleracionismo como base teórica. Pero así como Thiel argumenta a través de Tolkien, Yarvis lo hace con Matrix . En su blog Unqualifield Reservations , lanzó en 2007 un manifiesto basado en las pastillas azules y rojas que se mencionan en la película para demonizar a la democracia. Un comprimido azul nos confirma que el sistema democrático es inseparable de la paz y el derecho, mientras que uno rojo nos abre los ojos para ver que la democracia es solo arena en el engranaje de la libertad y el derecho. Sigue con diez ejemplos más. ¿Pueril? Como las arengas contra la universidad y los medios liberales, instituciones a las que llama peyorativamente La Catedral , con las que consigue movilizar a Trump –con la colaboración de Vance– contra Harvard, Columbia o Brown, presionar a los medios, alentar la militarización de las ciudades o expandir el negacionismo con Robert Kennedy como secretario de Sanidad. 

Hay una correa de transmisión entre Curtis y el presidente que fluye sin obstáculos, ejecutando todas las premisas que plantea.

El año pasado propuso en una entrada de su blog expulsar a todos los palestinos de Gaza y convertir la franja en un complejo turístico de lujo: “una ciudad totalmente nueva en el océano más antiguo de la humanidad, una propiedad inmobiliaria sublime con un gobierno absolutamente perfecto, de calidad Apple”. Literal. En febrero, Trump lo propuso en una rueda de prensa junto a Benjamin Netanyahu: la Nueva Gaza, la Riviera de Oriente Medio.

¿Qué opina Yarbin sobre Valdimir Putin? Su propuesta es dar carta blanca a Rusia no solo en los territorios de su órbita, sino hasta el Canal de la Mancha . Hoy en día, el destino de Rusia es restablecer el orden en Europa, sostiene, pero como Estados Unidos es más fuerte que Rusia, Trump debe hacer saber a Putin que esto es viable.  Vance acerca a la realidad este deseo, pidiendo que Estados Unidos se retire de Europa.

La capacidad creativa de Yarvis de proponer soluciones veloces (clausurar la universidad, cerrar medios, desentenderse de Europa) es lo que fascina al filósofo Nick Land, quien ve en él una vía para realizar su filosofía aceleracionista. A través de los artículos que publica bajo el título The Dark Enlightenment que ofreció a Yarvis para denominar su gran cruzada.

Land dejó de ser un pensador de izquierdas cuando interpretó que la dinámica del capitalismo encierra en sí misma las claves de un avance real pero que es necesario reformularlo fuera de la democracia, al punto de teorizar sobre un posible golpe de Estado (esto fascina a Yarbis). Si el liberalismo clásico, piensa Land, produjo la revolución industrial, el tardío trajo el Estado de bienestar: un cáncer, según lo define. ¿La solución? Acelerar, cortar de raíz. En el Silicon Valley beben los vientos por esta tesis y Yarvis sopla las velas de la Casa Blanca, una nave tomada por una élite reaccionaria que propone acelerar la historia hasta alcanzar el pasado más remoto.

No es tan disparatada la parábola cuando se atiende a la irrupción del neoliberalismo en las últimas dos décadas del siglo pasado y su hegemonía posterior a la caída del Muro. La globalización, la sustitución política de la gobernanza mundial en manos de la economía, lleva a un marco en el que el proceso de acumulación hace pensar a Yarvis en una monarquía. No es necesario escrutar con celo sus textos para dilucidar que nos ve como ovejas descarriadas por las voces de la izquierda y que, al fin y al cabo hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en clientes de unos servicios que antes proveía el Estado. Por eso Steve Jobs es su modelo de gestor y Apple el modelo de eficacia corporativa (la menciona en su propuesta para Gaza). Al final, esto es solo un negocio.

En el final de Mátalos suavemente un buen thriller dirigido por Andrew Dominik con un elenco notable (Brad Pitt, James Gandolfini, Sam Shepard y Ray Liotta, entre otros), Pitt, quien interpreta al gestor de un grupo mafioso, discute con un jefe local que antepone algún reparo moral ante un problema de dinero. Están en un bar y en la tele transmiten el cierre de campaña de Obama en 2008. Pitt sigue el discurso de reojo y se va adelantando a las promesas que expone el candidato. Cuando se aburre con las predicciones, mira al otro y le suelta: «Eso de que somos una comunidad, una sola persona, es un mito creado por Thomas Jefferson. Vivo en Estados Unidos y aquí estamos solos. Esto no es un país; Estados Unidos es solo un negocio, un gran negocio, ¿te enteras?».