La marca España salió ilesa de la celebración de la Eurocopa por sus héroes futbolísticos en Cibeles, aunque uno –lo confieso– tuviese el ay en el cuerpo a lo largo de las dos horas del show. Cada jugador que aparecía sobre el escenario invocado por Álvaro Morata era un córner de Inglaterra en los últimos cinco minutos de la final...
De entre todos los estropicios posibles, los asuntos minados y las hipotéticas polémicas –ver la defenestración de Luis Rubiales en otra celebración–, los jugadores optaron por reclamar la españolidad del peñón de Gibraltar, bajo soberanía británica a perpetuidad por aquello de los tratados firmados. A diferencia de los contratos de los jugadores, se cumplen a rajatabla.
Si hay un grito que parodia el patriotismo rancio es el de “¡Gibraltar español!”
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