Ese silencio que los viejos guardan cuando ven a alguien tomar el micrófono sin pedir permiso. Y esa persona, con botas de charro desgastadas y una camisa de seda bordada por su abuela, no llegó a cantar como heredera. Llegó a reclamar .
Desde que Majo Aguilar subió por primera vez a un escenario con un traje de mariachi , los puristas murmuraron. Algunos la llamaron “la que canta como una popstar”. Otros, más sutiles, dijeron que “no sabe lo que es el dolor del mariachi ”. Pero nadie pudo negar lo que pasó en la Plaza de la Constitución el año pasado: cuando su voz, limpia como un trueno en agosto, arrancó un aplauso que duró más de tres minutos. Sin instrumentos. Solo ella. Y el eco de una generación que ya no ve al mariachi como alg

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