La denominada Generación Z nacida aproximadamente entre 1995 y 2010, no es solo un fenómeno cultural, sino una fuerza demográfica importante calculada en unos 2 mil millones de personas. Lejos de la imagen de una juventud pasiva, comienzan ha erigirse como los nuevos revolucionarios canalizando su descontento a través de la tecnología para desafiar el statu quo. Las recientes revueltas populares en países como Nepal y Madagascar, impulsadas por su frustración, son la prueba más clara de su papel político emergente.
El motor de esta efervescencia no es ideológico, sino existencial: la precariedad económica. Según datos del Banco Mundial, más de 600 millones de jóvenes viven con menos de 3.65 USD diarios. Esta pobreza alcanza picos alarmantes, llegando al 40% en países de ingresos bajos y e

Clarín

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