Doja Cat, Bad Bunny, and Chloe Fineman during promos for "Saturday Night Live."

Cuando viajamos, la curiosidad nos impulsa a descubrir lo desconocido: los sabores, los paisajes, las costumbres. Pero a menudo, olvidamos que uno de los mayores gestos de respeto que podemos hacer es aprender — al menos lo básico — el idioma del lugar que visitamos. Aunque para muchos estadounidenses hablar otra lengua es visto como algo extraordinario, el verdadero empoderamiento al viajar es abrazar la diversidad lingüística, no exigir que todo el mundo hable inglés.

He leído decenas de reseñas de viajeros que se quejan de que los restaurantes “no merecen más estrellas” porque el personal habla poco inglés. Esto parte de una mentalidad implícita: “yo viajo, tú te adaptas a mí”. Pero la pregunta que realmente deberíamos hacernos es: ¿por qué las personas en los países que visitamos tienen que aprender nuestro idioma, mientras nosotros no nos molestamos en aprender el suyo?

Un mínimo de 10 o 15 frases ¡hola!, ¿cómo estás?, gracias, perdón, ¿cuánto cuesta?, ¿dónde está…?, cambia la experiencia por completo. No solo abre puertas, sino que envía un mensaje de respeto, intención y humildad. No estamos exigiendo que todos sean bilingües, sino que nosotros hagamos el esfuerzo mínimo para integrarnos.

Sí, es cierto que muchas personas en destinos turísticos hablan algún nivel de inglés y eso facilita la comunicación. Pero eso no exime a los visitantes de su responsabilidad. Pensar que otros deben adaptarse a nosotros es un gesto egoísta que desvirtúa el espíritu del viaje.

Para muchos estadounidenses, la idea de depender de otro idioma despierta inseguridad. Pero esa inseguridad no es fortaleza, es aislamiento.

Un viajero monolingüe puede pasar por un destino, pero difícilmente podrá conectar con sus habitantes. Aprender un segundo idioma no nos resta, nos suma; nos permite entrar, dialogar, ver el mundo con más capas. Y en un momento como el de Half Time Show del Super Bowl, con Bad Bunny cantando en español, es relevante recordar que el idioma es identidad. Él mismo, frente a críticas por no cantar en inglés, lanzó una respuesta contundente: “tienen cuatro meses para aprender”.

Algunos interpretan su postura como provocación; yo prefiero verla como un llamado a trascender el monolingüismo.

Los datos del último Censo lo respaldan; en Estados Unidos, más de 1 de cada 5 personas habla en casa un idioma distinto al inglés. Además, un estudio reporta más de 350 lenguas habladas en el país. La diversidad existe, incluso donde muchos no la perciben. Esto no debilita la unidad de un país; la enriquece.

Un viajero consciente reconoce que no es el centro del mundo, sino uno más entre muchos. No basta con que los demás se adapten; debemos adaptarnos nosotros, aunque sea con humildad lingüística. No se trata de ser políglota, sino de mostrar al menos las herramientas mínimas de cortesía y abrir la puerta a conexiones más profundas.

En cada destino, más allá del monumento o del plato típico, hay personas. Si nos damos el trabajo de saludar en su idioma, pedir ayuda en su idioma, agradecer en su idioma, ya estamos tendiendo un puente. Y ese gesto, sencillo, pero poderoso, es lo que separa al turista del viajero.

Que nuestras próximas aventuras sean también una lección, no de conquista, sino de apertura. Que hablemos menos de lo que exigimos y más de lo que aprendemos.

Wilson "Wil" Santiago Burgos es el fundador de Mochileando.com, una de las plataformas de viaje más grandes de Puerto Rico y el mercado latino en los Estados Unidos.

This article originally appeared on USA TODAY: Bad Bunny lo dijo claro: no todo el mundo debe hablar inglés

Reporting by Wilson Santiago Burgos / USA TODAY

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