Las lluvias que han azotado recientemente el litoral mediterráneo han dejado calles colapsadas y cientos de vecinos desalojados temporalmente. Las imágenes de Valencia , Murcia y Tarragona con barrios enteros bajo el agua contrastan con la tranquilidad de Sevilla , una ciudad que parece haber aprendido a convivir con el riesgo fluvial.

El Guadalquivir , hoy encauzado y vigilado, fue en otro tiempo un enemigo imprevisible, capaz de transformar el mapa urbano en cuestión de horas. Ese recuerdo sigue vivo en quienes conocen la historia de una i nundación que cambió para siempre la relación de Sevilla con su río .

El desbordamiento del Tamarguillo cambió la historia urbana de Sevilla

El 24 de noviembre de 1961 el arroyo Tamarguillo rebasó los límites de su cauce y desató una catástrofe sin precedentes. El muro de defensa se abrió y el agua anegó un tercio del núcleo urbano . Según el ABC de Sevilla , unas 150.000 personas se vieron afectadas por la riada y más de 4.000 hogares quedaron inutilizables . La ciudad quedó partida en dos por una lámina de agua que alcanzó tres metros en algunas zonas.

Décadas antes de aquel suceso, la capital andaluza ya había sufrido otras crecidas devastadoras. Entre 1895 y 1927 el Guadalquivir había arrastrado casas y sembrado enfermedades, sobre todo en los arrabales extramuros. En 1947 una nueva riada obligó a evacuar a 7.000 vecinos. Aquella sucesión de episodios había revelado la fragilidad de la ciudad ante la lluvia , pero ninguno alcanzó la magnitud del desastre del Tamarguillo.

En noviembre de 1961, una rotura en el muro de defensa arrasó barrios enteros, dejó a miles de personas sin casa y reveló con crudeza la vulnerabilidad de la ciudad

El viernes 24 de noviembre las lluvias eran intensas. Los trabajadores de la antigua fábrica de Coca-Cola , situada en la avenida de Kansas City, fueron los primeros en advertir que el muro de contención se agrietaba. José Luis Bustamante , fotógrafo y cámara de Televisión Española, avisó a su familia y a los vecinos del barrio. A las cuatro de la tarde una grieta de 50 metros abrió paso a un torrente que se extendió con rapidez por el norte de la ciudad y llegó al centro por la Puerta de Carmona .

María de la Luz , que entonces tenía diez años, explicó que los bomberos acudieron a su vivienda cuando el nivel del agua alcanzó el primer piso. “Habíamos subido todas las cosas del laboratorio de fotos de mi padre, por eso no nos evacuaron”, recordó al citado medio. Mientras tanto, miles de sevillanos buscaban refugio en los pisos altos o en edificios públicos . Las naves de los tranvías en Puerta Osario se convirtieron en refugio para cientos de familias.

El domingo 26 la ciudad seguía sumergida. El agua cubría buena parte de la Alameda de Hércules y llegaba hasta la Plaza Nueva . El ejército organizó rescates en barcas y el reparto de víveres. José Luis Bustamante relató que ayudó a distribuir pan que los camiones del ejército descargaban en el Palacio Arzobispal. Dos días después comenzó el descenso del nivel y se logró taponar la brecha principal del Tamarguillo .

La tragedia final ensombreció el gesto más generoso de la época

Esa inundación dio paso a un gesto de solidaridad sin precedentes. La Operación Clavel , organizada por Manuel Zuasti y el periodista Bobby Deglané desde Radio España, movilizó a miles de personas. Una caravana con 142 camiones, 150 turismos y 82 motocicletas partió de Madrid el 18 de diciembre cargada de alimentos, ropa y juguetes. El viaje culminó el día 19 entre una multitud que esperaba la llegada de la ayuda.

El entusiasmo por la llegada de la ayuda se apagó de golpe cuando una avioneta cayó

Sin embargo, la alegría se truncó al instante. Una avioneta que acompañaba a la comitiva rozó unos cables de alta tensión y cayó sobre el público . Murieron veinte personas y más de cien resultaron heridas. La tragedia tiñó de luto un acto concebido como homenaje a la generosidad ciudadana y dejó una marca imborrable en la memoria de Sevilla.

A raíz de aquella riada se acometieron obras que transformaron la relación de la ciudad con sus cauces . Se canalizó el Tamarguillo, se mejoró el sistema de drenaje y se crearon mecanismos de alerta temprana. Estas actuaciones consolidaron una infraestructura capaz de proteger a la población ante lluvias intensas . Hoy, cada vez que el Guadalquivir crece sin desbordarse, muchos recuerdan aquella vez en que el agua se adueñó de Sevilla.