Los antiguos asentamientos fortificados del noroeste peninsular , conocidos como castros , fueron el principal modo de ocupación durante la Edad del Hierro . Suelen situarse en lugares elevados, con defensas naturales reforzadas por murallas de piedra y fosos. Albergaron comunidades agrícolas y ganaderas entre el siglo VIII a. C. y el siglo I d. C., y funcionaban como núcleos residenciales y productivos organizados por clanes o grupos familiares.
En Galicia, Asturias y el norte de Portugal se conservan miles de ellos, aunque durante mucho tiempo se pensó que su importancia se limitaba al interior amurallado. Ese supuesto comenzó a cambiar con una serie de investigaciones que mostraron un panorama más amplio del que se intuía entre las piedras visibles .
Los castros revelan un pasado más amplio del que se creía
El Instituto de Ciencias del Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas llevó a cabo e l proyecto HINTERLAND , un estudio que aplicó tecnología aérea y geofísica para reinterpretar el papel de los castros. Los resultados, publicados en la revista Archaeological Prospection , revelan que estos asentamientos eran más extensos, complejos y transformadores del paisaje de lo que se creía. Según explicó el equipo dirigido por César Parcero-Oubiña , el análisis de imágenes aéreas, drones y sistemas LiDAR permitió identificar restos de fosos, caminos y áreas de actividad que se extendían mucho más allá de las murallas conocidas.
Uno de los casos más llamativos es el de Coto das Medorras , en A Coruña. Allí, el uso combinado de imágenes históricas y modernas mostró un conjunto concéntrico de zanjas que sugiere un sistema defensivo múltiple. El yacimiento, aparentemente arrasado por la agricultura, conserva bajo la tierra un entramado de estructuras que amplían considerablemente la superficie estimada del asentamiento .

Algo similar ocurrió en Montes Claros , también en A Coruña, donde los drones multiespectrales y la prospección magnética detectaron un segundo recinto adosado al principal y varios fosos adicionales . Los investigadores creen que este espacio exterior pudo tener funciones específicas relacionadas con producción o enterramientos , una hipótesis casi inédita en el estudio de la Edad del Hierro del noroeste.
El castro de Alobre , en Vilagarcía de Arousa, completa la serie de ejemplos analizados. En su zona sur, las técnicas geofísicas identificaron tres grandes fosos invisibles en la superficie y varias estructuras rectangulares que podrían corresponder a edificios enterrados. Estas evidencias cambian la interpretación del yacimiento, tradicionalmente considerado un simple núcleo comercial vinculado al litoral . La información obtenida permite imaginar una configuración más articulada y jerárquica, con espacios especializados distribuidos en torno a los accesos.
Los mapas digitales han permitido rastrear miles de indicios arqueológicos
El proceso de investigación fue especialmente complejo por las condiciones del terreno gallego , donde los bosques y matorrales cubren gran parte del suelo. Menos del 10% de la superficie se dedica a la agricultura, lo que limita la visibilidad arqueológica. Aun así, la disponibilidad de datos del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea y del programa LiDAR permitió examinar tres áreas de 2.000 kilómetros cuadrados cada una .
En dos de ellas se documentaron más de 2.000 trazas arqueológicas potenciales, entre ellas 30 castros desconocidos . Este volumen de hallazgos muestra la eficacia de las técnicas de teledetección y su capacidad para ampliar el conocimiento de los paisajes antiguos.

La metodología aplicada en HINTERLAND combinó una fase extensiva de exploración con otra de análisis local . En la primera, se identificaron zonas de interés mediante imágenes históricas y satelitales. En la segunda, se realizaron vuelos de drones y prospecciones con magnetómetros y georradares, que registraron variaciones en el subsuelo sin necesidad de excavar. Esta estrategia permitió reconstruir mapas detallados de los asentamientos y su entorno inmediato , demostrando que la actividad humana se extendía mucho más allá del perímetro defensivo.
Las próximas excavaciones buscarán confirmar el alcance real de estas comunidades
Las conclusiones del equipo del CSIC cuestionan la imagen tradicional de los castros como simples refugios amurallados . Los investigadores destacan que los sistemas defensivos eran más amplios y elaborados de lo que se pensaba. Ejemplos como Castromaior, con siete murallas, o Cabo Blanco, con cinco fosos, ya apuntaban en esa dirección, pero ahora se observa un patrón generalizado de monumentalidad . Los nuevos datos sugieren que la inversión de trabajo en la construcción de murallas y fosos fue un rasgo estructural de estas comunidades , más que un hecho excepcional.

El estudio también demuestra que el entorno de los castros conservaba caminos, áreas de producción y posibles zonas de enterramiento , lo que amplía la visión sobre la organización social y económica de la Edad del Hierro. Los autores subrayan que aún falta determinar la cronología y función exacta de muchas de las trazas detectadas, pero su simple existencia confirma que el paisaje estaba intensamente modificado por las comunidades que lo habitaban.
Esta lectura más amplia, apoyada en métodos no invasivos, ofrece una comprensión más completa de cómo se construyó y transformó el territorio en el noroeste peninsular hace más de dos mil años.
La investigación abre un campo de trabajo que continuará con excavaciones selectivas en los puntos detectados. Cada nuevo hallazgo apuntala la idea de que lo s castros fueron centros de vida más amplios de lo que mostraban sus murallas . En consecuencia, la arqueología gallega y asturiana cuenta ahora con un marco más sólido para interpretar la relación entre asentamiento, paisaje y sociedad en la Edad del Hierro .

ElDiario.es
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