Fue el día en que México, con los pies descalzos en la hierba y la cabeza llena de dudas, le ganó a Brasil por 4-3 en una final que nadie creyó posible. Los nombres están grabados en la memoria colectiva: Cuauhtémoc Blanco , Claudio Suárez, Rafael Márquez, Jorge Campos. Pero detrás de ellos, con la boina bien puesta y el cigarro apagado entre los dedos, estaba quien movía las piezas como un maestro de ajedrez: Manuel Lapuente .
Lo que muchos no recuerdan es que ese título no llegó por casualidad. Fue el fruto de una gestión tensa, casi clandestina. Apenas semanas antes, la selección había sido sacudida por el escándalo de dopaje que involucró a Paulo César Tilón y Raúl Lara. Los jugadores se sentían traicionados. Algunos hablaban de boicot. La Federación temblaba. Y Lapuente, con su

El Diario de Sonora

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